sentado a la sombra del quebracho
las nubes pasan rápido, apenas si saludan
recuerdo que leí no hace mucho
palabras de un sabio que asegura
que todo el conocimiento,
los secretos del universo
están impresos, se encuentran manifestados
en la naturaleza.
Con esto en mente veo la hoja.
Sus nervaduras se separan
se disgregan desde el pecíolo
cada vez más ausentes de las demás
más lejos de lo que las une
van a morir solas,
en los límites de lo cognoscible
Pienso en el ser humano
Ahí es cuando veo el otro camino
el otro posible.
Las líneas, hace cuánto olvidadas sus hermanas,
viajan al reencuentro
a la línea que las une
no se detienen ahí
entran una por el tallo, reencontrándose
otras líneas, fusionándose
incontables experiencias
vuelven a ser lo mismo
ahora sí, recuerdan
el tronco, el único
su origen y destino,
donde el correr
de la savia eterna de la vida
marca
el eterno viaje de ida y vuelta
despidiendo hojas secas
recibiendo, nutriendo
los brotes de primavera
Me quedo pensativo
los posibles caminos
cuando el amor besa mis labios
y la certeza me golpea:
el segundo camino, ese eleijo.
Este poema estaba terminado
cuando miro la vastedad de la sierra
y es el camino,
el camino me eligió
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