lunes, 26 de enero de 2009

Uno cualquiera

Levantarse a la mañana. Acomodar bien la cama, volver a ponerle encima los almohadoncitos decorativos.
Al baño. Lavarse la cara, lavarse los dientes, peinarse.
Vestirse con el traje previamente planchado.
Desayunar. Café con leche y 2 medialunas. Fumar un cigarrillo.
Salir a la calle con el portafolio. Esperar el mismo colectivo en la misma esquina.
Trabajar. Comer en el restorán de la esquina o alguna cosita fría si no llegamos a fin de mes.
Trabajar.
Esperar al otro mismo colectivo en la otra misma esquina.
Llegar a casa. Ducharse. Cenar. Mirar televisión. Dormir.


Y un día, uno cualquiera pensaba que capaz se levanta, deja la cama sin hacer, acuchilla, destroza esos almohadoncitos de mierda, no se lava la cara, ni los dientes, ni se peina. Se queda con esa agradable sensación de la cara dormida, sedada.
No se viste un carajo, pijama y camiseta. Pide medio kilo de helado de chocolate para desayunar, se fuma un porro.
Sale a la calle, camina algunas cuadras, toma el colectivo distinto, sin fijarse a dónde va, si tiene plata para volver, que hora es.
Se va a viajar, de vacaciones por la ciudad. No sabe, ya verá.

Piensa que quizás sería lindo, divertido. Lástima que se le acaba el descanso y tiene que volver a trabajar.

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